5 malos hábitos femeninos para la salud genitourinaria y del suelo pélvico

Hombres y mujeres, aunque iguales, poseemos determinadas diferencias anatómicas relacionadas con nuestros aparatos genitales y la parte final del aparato urinario que nos convierten en radicalmente distintos. Además, muchas de las pautas educativas que se nos dan de pequeños, y que posteriormente convertimos en hábitos, también nos diferencian a unos de otros.

Mientras que el aparato urinario masculino termina en un largo conducto de aproximadamente 20 cm (la uretra) que atraviesa el pene y termina en su punta para poder expulsar la orina, en el caso de la mujer, este conducto mide tan sólo unos 4 cm, y termina en la zona genital, por delante del orificio de la vagina. Estas diferencias estructurales, condicionan nuestra forma de orinar y los posibles trastornos asociados.

En este post, la Dra. Almudena Coloma,  nos explica algunas de las malas costumbres más extendidas entre las mujeres y sus posibles efectos perjudiciales para la salud de nuestro aparato urinario:

  • Aguantar mucho tiempo entre micciones:

Las mujeres, desde que somos niñas, nos acostumbramos a dejar pasar muchas horas entre una micción y otra tratando de evitar el uso de baños públicos, basado en las recomendaciones de nuestras madres, abuelas, tías… Dichas recomendaciones están basadas en el miedo a contraer alguna enfermedad infecciosa al sentarnos a orinar en un aseo de uso público.

Esta mala costumbre, puede llegar a dificultar o incluso impedir una micción normal, dado que, cuando aguantamos, lo que conseguimos es aumentar la fuerza de contracción de nuestro suelo pélvico en reposo, que luego nos costará relajar en el momento de realizar la micción. Además, al aguantar la orina durante mucho tiempo, poco a poco podemos ir dilatando la vejiga y aumentando su capacidad, y dicha dilatación empeora la contracción del músculo de la vejiga necesaria para expulsar la orina. Como resumen diremos que, con una ingesta normal de líquidos (entre 1.5 y 2 litros al día), lo recomendable sería orinar cada 2-3 horas, suponga ello el uso o no de un baño público.

  • Orinar de pie en equilibrio en lugar de sentadas:

Este hábito va íntimamente unido al anterior, y subyacen las mismas causas. En nuestro intento de evitar el contacto con los inodoros de los aseos públicos y por tanto el contagio de enfermedades, especialmente las de transmisión sexual, cuando no nos queda más remedio, decidimos orinar de pie, y con las piernas flexionadas, sin sentarnos sobre el mismo. Primero aclararemos que la posibilidad de contagio de infección de transmisión sexual en un baño público al orinar es nula, dado que, como bien dice su nombre, estas infecciones se transmiten por medio de las relaciones sexuales y no por el uso de aseos públicos. Si nos encontramos ante un baño público no todo lo limpio que debiera, sería suficiente con pasar una toallita húmeda por la superficie con la que vamos a entrar en contacto al sentarnos o aplicar cualquier antiséptico de manos con un pañuelo de papel, y, por supuesto, lavarnos las manos posteriormente a su uso. El problema de orinar de pie es que el aparato urinario femenino no está diseñado para orinar en esta posición. Al orinar haciendo fuerza para mantenernos en esa posición, no permitimos que se relaje bien el suelo pélvico, y, por tanto, que se produzca la salida sin problemas de la orina. A largo plazo, esta postura, sumada a la anterior condición de aguantar mucho entre micciones, puede producir daños irreparables del funcionamiento de la vejiga, y facilitar la aparición de infecciones urinarias.

  • Hacer fuerza con el abdomen para terminar de orinar antes:

Muchas mujeres, en el intento de minimizar el tiempo invertido en el acto de orinar, ya por estar usando un aseo público, ya por no interrumpir las labores que estaban desarrollando, ayudan a la micción empujando también con el abdomen. Dicha costumbre, además de innecesaria porque la vejiga ya se contrae para expulsar la orina por sí misma, también es perjudicial. Al contraer el abdomen, la presión que se produce en su interior se transmite a la parte inferior de la pelvis, donde se encuentra el suelo pélvico, y produce una contracción refleja del mismo. En condiciones normales, para que se produzca una adecuada salida de la orina durante la micción, el suelo pélvico debe estar relajado. Al contraerse, se produce el efecto contrario, en lugar de abrir el grifo, lo que hacemos es cerrarlo, y por tanto dificultamos el vaciamiento de la vejiga. Por tanto, la micción debe realizarse mediante relajación, y sin necesidad de hacer ninguna fuerza.

  • Practicar una higiene genital exagerada:

Otro asunto que nos produce preocupación es la cantidad, aspecto y olor del flujo vaginal que producimos. Deberíamos saber que las características de este flujo varían a lo largo del ciclo menstrual y a lo largo de la vida, por las diferentes etapas hormonales que atravesamos (menstruación, embarazo, lactancia, menopausia…). Los datos de alarma que deben hacernos consultar al médico son los cambios bruscos en su apariencia o su asociación con un olor fuerte como “a pescado”, así como la aparición de picor, irritación, sangrado no menstrual o lesiones en la zona vulvar. Las características del ambiente vaginal son diferentes a las de la piel, teniendo un pH ligeramente ácido, en torno a 4.5-5, que favorece el adecuado crecimiento de la flora vaginal normal. El equilibrio en esta flora es fundamental para que no se produzca un sobrecrecimiento de determinadas bacterias que pueden ser dañinas. La higiene genital excesiva así como el uso de duchas vaginales o desodorantes íntimos, no sólo no previenen las infecciones vaginales, sino que en muchas ocasiones las facilitan al alterar el pH vaginal y por tanto la flora que vive en dicho ambiente. Una ducha diaria, con la limpieza únicamente con gel de baño o íntimo en la zona externa genital sería suficiente para mantener una adecuada higiene íntima. El aumentar el número de lavados así como el usar baños de asiento, puede ser perjudicial para la salud genitourinaria, y facilitar las infecciones vaginales y urinarias.

  • Usar ropa muy ceñida y ropa interior sintética:

La moda ha evolucionado en los últimos de años de forma que la mayor parte de la ropa que usamos está fabricada parcial o enteramente con componentes sintéticos, que impiden o dificultan la transpiración, y por tanto incrementan la humedad cutánea. En el caso de los genitales, esta humedad puede producir el cambio del pH habitual vaginal, y por tanto favorecer el desarrollo de infecciones vaginales por hongos y de infecciones urinarias de repetición. El uso de ropa holgada, así como la preferencia de componentes naturales como el algodón para la ropa interior, mejorará la transpiración y por tanto el microambiente vaginal y la aparición de infecciones secundarias a su alteración.